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21 de septiembre de 2016

PEDALES DE TOURMALET - ETAPA 3 DE 4 - De Sainte Marie de Campan a Luz-Saint Sauveur

¡Por fin llegó!. Ya estaba aquí el día con el que soñábamos desde hace meses. Hoy tocaríamos la gloria; nuestra gloria. El col de Tourmalet estaba ahí al lado, al alcance de nuestros pedales. Era inevitable pensar en ello; el entorno que nos rodeaba, el olor de las montañas, la razón principal que nos trajo aquí, estaba ya a escasas horas. 

Yo me preguntaba desde hace días cómo sería estar allí, cómo sería hacerse la foto con el "Geant du Tourmalet", cómo sería esa última rampa que te deja en el alto. Lo que teníamos claro es que nos lo íbamos a beber a sorbitos y que íbamos a disfrutar de todas y cada una de las vueltas de biela que le íbamos a dar a nuestros pedales.
Al levantarnos por la mañana y mientras desayunábamos un zumo, un café, pan con mantequilla y unos croissants teníamos que tomar una decisión. ¿Qué hacemos?, ¿deshacemos los 5 kilómetros puerto abajo hasta Sainte Marie de Campan para empezar el track desde el principio, o tomamos una alternativa que nos deje en un punto que enlace con el track?. (Si no has leído la crónica de la segunda etapa, no sabrás porqué estábamos a 5 kilómetros del inicio del track).

En estas disquisiciones estábamos cuando ambos caimos en la cuenta que en una mesa cerca de la nuestra estaba desayunando un venerable ciclista de no menos de 65 años con su mujer. Como nos enteraríamos después, el hombre pretendía bajar en coche hasta Sainte Marie, y mientras su familia hacía turismo, él se iba a dedicar a subir al col de Tourmalet y descenderlo posteriormente. Y es que esto aquí es norma habitual. El ciclismo se vive por todas partes y mires donde mires te encuentras bikers cumpliendo el reto de ascender al coloso del Tour. Eso sí, la inmensa mayoría son ciclistas de carretera que, lógicamente suben por asfalto, a diferencia de nosotros que gran parte de la ascensión la haríamos por pista y pateando.

Retomando el hilo (que me voy por las ramas), optamos por la decisión de consultar a nuestro querido amigo el GPS...pudimos observar que el track que deberíamos hacer pasaba a media ladera del monte que teníamos justo enfrente del hotel (Maison Hoursentut), por lo que la decisión estaba bastante clara. No íbamos a bajar hasta Sainte Marie para pasar justo por delante del hotel 10 kilómetros después teniendo claro que la pista que pasaba por delante del hotel se encontraba con el track unos kilómetros más adelante. Eso sí, esta decisión conlleva un sacrificio, el de perderse poder ciclar por el bosque que se adivina allá arriba, a media ladera.


L'Adour de Gripp

Así pues, con la decisión tomada, subimos a las monturas e iniciamos nuestra marcha pista hacia arriba paralelos al precioso río L'Adour de Gripp. Tras pedalear pista arriba durante unos tres kilómetros, con unos 500 metros finales en bastante pendiente, llegamos a la localidad de Artigues que no atravesamos en ningún momento y de la que sólo pudimos ver su camping, ya que la ruta que habíamos elegido enlaza justo en ese punto con el track original que desciende de la ladera.

Un pequeño tramo de unos 450-500 metros por carretera nos deja en un giro de 180 grados a nuestra derecha, y por tanto a lo que sería para nosotros el primer tramo de la verdadera ascensión hacia la estación de invierno de La Mongie.



La primera parte de la ascensión es por pista con piedrecitas sueltas. Un pedalear tranquilo, con una cadencia cómoda y siendo conscientes de lo que nos espera unos pocos kilómetros más arriba hacen que la subida sea relajada y que poco a poco vayamos recorriendo decenas, centenares de metros casi sin enterarnos y parándonos a comer y beber con bastante frecuencia. El entorno es de sobra conocido; un magnífico bosque de hayas y coníferas que con su frescor de primera hora de la mañana hacen que el placer de pedalear sea aún mayor.




Este ciclar cómodo y tranquilo sólo dura apenas dos kilómetros. Sabíamos que en breve nos tocaría patear puesto que no sólo el perfil de la ruta, sino el propio Dennis (responsable de Pedales de Tourmalet), ya nos advirtió de esta circunstancia.

Poco a poco, según ascendemos, y como viene siendo lo habitual, el bosque va desapareciendo y los árboles cada vez son menos numerosos. No podemos dejar de pensar que en muy poco tiempo estaremos allá arriba, bajo las ruedas del gigante. De momento estamos concentrados y ansiosos, observando las cumbres que nos rodean y esperando cuando sería el momento en el que el magnífico Pic du Midi de Bigorre se presentara ante nosotros.

Y como suele suceder en estas ocasiones, y casi sin avisar, a la salida de la espesura, y de repente, llegamos a un precioso descanso (prólogo de la pateada que nos esperaba), en cuyo fondo se erguía ante nosotros el coloso de casi 3000 metros de altura. Siempre que me encuentro en un lugar así tengo la misma sensación: es como si se tratara de un escenario irreal, como si estuvieran poniendo una inmensa fotografía de fondo. Y es que el Pic du Midi es un pico excepcional, por su forma, por su situación y por lo característico de su antena y de su observatorio astronómico amén del teleférico que se eleva hasta allí desde la estación de invierno de La Mongie.



El lugar es espectacular, tan sólo por estos momentos merece la pena esperar tantos días e invertir tanto esfuerzo para llegar hasta allí.

Tras un buen rato en este entorno, incluso comentando con un senderista francés que iba hacia el Pic du Midi la ruta que nos llevaría al alto, reanudamos la marcha sabiendo que ya mismo nos tocaba patear. Una increíble rampa de más del 30% de desnivel y con el terreno muy roto imposibilitaba ciclar e incluso imposibilitaba andar. Era uno de los dos tramos que sabíamos que hoy teníamos que sufrir. Apenas son 700 metros, pero ¡vaya 700 metros!. En esa distancia se ganan casi 150 metros de desnivel...una burrada.

Rubén en plena subida de la maldita rampa a casi el 30%
Tras el rampón infumable el camino nos da una pequeña tregua, hacemos un pequeño descanso para comer un pequeño bocadillito de nutela y afrontamos los últimos metros de la subida hasta La Mongie. Primero por unas rampas bastante asequibles que llegan hasta un pequeño embalse desde el cual ya divisamos a lo lejos y allá arriba la famosa estación invernal. Después, el camino aumenta en pendiente y en dificultad; el terreno es un auténtico velcro que nos descabalga más de una vez para atravesar cauces de riachuelos que bajan bravíos desde la montaña en forma de pequeñas cascadas.

Pequeño embalse cerca de La Mongie
Allá arriba se ve La Mongie

Tras este tramo pestosillo donde los haya y antes de llegar a la estación de invierno, nos toca la segunda pateada de la mañana. A escasos 300 metros de La Mongie, el desnivel, con la pista haciendo un pequeño zig-zag, aumenta hasta cerca de un 25%, lo qeu nos fuerza de nuevo a echar el pie a tierra y llegar al primero de nuestros objetivos caminando.


Llegada a La Mongie
La Mongie es una estación de invierno bastante típica si no fuera por lo inmensa que es y por la cantidad de ciclistas que llegan hasta ella camino el mítico Tourmalet. Llegar hasta ella suponía para nosotros terminar con los tramos más difíciles de la subida. Aquí se termina la posibilidad de ir por caminos y senderos e iniciamos la subida final que nos llevará durante 4 kilómetros hasta el deseado sueño.

Rodar por asfalto es algo que a mi personalmente me desagrada bastante. He de reconocer que la bici se mueve con más alegría y que el cuerpo no se ve tan castigado por el esfuerzo explosivo de las subidas por camino, pero que queréis que os diga, donde esté el olor de la naturaleza viva que se quite el olor de los escapes de los coches y la dureza del asfalto. Aún así, esta subida me propuse disfrutarla al 1000%.

Como dije al principio, teníamos intención de saborearla gota a gota, piñón a piñón, vuelta de biela a vuelta de biela...y así lo hicimos. Le propuse a Rubén parar cada kilómetro, es decir, parar 4 veces antes del alto para, entre otras cosas (descansar, básicamente), poder parar a contemplar el entorno y saborear el sitio en el que nos encontrábamos.

Y es que se pone un poco el vello de punta sabiendo que esta carretera ha sido y es el escenario de esas hazañas del tour de Francia que desde pequeñitos vemos en la tele cada verano. Me sentía feliz y muy orgulloso de poder estar allí, disfrutando de ello...yo, un globero viejuno cuyo objetivo deportivo en el pasado (no hace más de 8 años), era encontrar la forma de batir mi récord personal de velocidad en llegar del sofá a la nevera a coger una cerveza.

Verme allí y poder compartirlo con mi compañero de aventuras era un lujo, un verdadero espaldarazo a mi orgullo.



Los metros iban cayendo poco a poco, e inevitablemente cada vez estábamos más cerca de la cima. De los poco más de 4 kilómetros que hay desde La Mongie hasta el col de Tourmalet, el primero es el más tendido y el menos divertido; una larga recta con pequeñas curvitas para salvar algún que otro entrante de la ladera era todo lo que nos encontrábamos.Bueno, eso y decenas de ciclistas que iban a buscar su hazaña personal, incluso el ciclista casi sexagenario que estaba desayunando por la mañana en el hotel, al cual nos encontramos descendiendo ya de la cumbre y que se despidió de nosotros con un "Bonjour, au revoir".

Los siguientes kilómetros ganan en dureza (la media ya es de un 9-9,5% con tramos al 10-12%), pero ganan igualmente en belleza. La carretera serpentea en preciosos zig-zags en los que se gana una altura increíble y que te permiten tener una visión de 360º sobre todo tu entorno. 

A escasos 500 metros de la cumbre La Mongie aparecía ya allá abajo, empequeñecida por 
la gesta y por dejar de ser protagonista.


La Mongie allí abajo...empequeñecida
Nos quedaba ya el último empellón. 500 escasos metros que subimos deleitándonos, disfrutando del momento. Y de repente, como suceden estas cosas, tras un pequeño giro a izquierdas, vimos al "Geant du Tourmalet" subido en su atalaya y decenas de ciclistas haciéndose al típica foto en el cartel del puerto y bajo las ruedas del gigante.





Es muy difícil expresar con palabras lo que sentí en ese momento. Sólo puedo decir que me emocioné. Jamás hubiera soñado en el pasado que iba a estar aquí. Para mi era mucho más que un sueño, era un reto más, una muesca en el cuadro de mi bici, una prueba de superación que jamás olvidaré y que siempre estará en mi historia.

El col de Tourmalet ya está en nuestra biografía y tanto a Rubén como a mi nos asaltaba la alegría y la satisfacción. Curiosamente no nos pareció tan duro como esperábamos (al menos yo), y quizá fuera porque esta vez, como tantas otras, me vestí por la mañana con ese regustillo que te da el saber que hoy sí que vas a disfrutar y que cada pedalada sería una menos hacia ese lugar en el que nos encontrábamos.

El col de Tourmalet me pareció muy pequeño. Debe ser la misma sensación que tienen lsosturistas cuando llegan a Madrid y ven por primera vez la Puerta de Alcalá...¡¡y es que en la tele parece todo mucho más grande!!. Eso sí, la cumbre no es grande, pero el entorno es inmenso, precioso, brutal!!!.

Y saber que ahora nos tocaba básicamente bajar todo lo que habíamos subido era más brutal todavía- Tanto Rubén como yo vinimos aquí sabiendo que había dos bajadas que nos apetecía hacer especialemnte: una era la de hoy, y otra la de la cuarta etapa desde el col de Riou hacia Cauterets. De la segunda me ocuparé en la crónica correspondiente, de la primera me ocuparé ahora.





Los primeros casi 2 kilómetros de la bajada son por carretera, disfrutando del entorno y con al única precaución de frenar y disfrutar de las vistas.

A escasos dos kilómetros de la cumbre, el track sale de la carretera y va a buscar un sendero (que corresponde con un GR), y que en su primer tramo resulta francamente divertido.

Con toda sinceridad, yo pensaba que en ningún momento iba a poner pié a tierra hasta prácticamente el final de la etapa, pero la realidad no fue así. El sendero se complica en algunos puntos y casi por obligación hay que bajarse de la bici en numerosas ocasiones, unas veces para atravesar riachuelos llenos de piedras, otras por rebasar escalones imposibles y las más por lo angosto del sendero en forma de rodera. El sendero, que me desilusionó bastante (todo sea dicho de paso), tiene una longitud de casi 4 kilómetros.






Este tramo termina cuando el sendero desemboca de nuevo en la carretera del Tourmalet, a 6 kilómetros de la cima (2 por carretera y 4 por sendero), y tras un par de zetas que bajamos por carretera a toda velocidad, paramos a comer algo a la altura de una nueva pequeña estación de telesillas.

Una barrita y un poco de sombra ya que hacía bastante calor y a continuar nuestro camino, que aún nos quedaban 12 kilómetros hasta nuestro destino en Luz Saint Sauveur.

La salida de la estación de esquí la seguimos haciendo por carretera y a escasos 500 metros, volvemos a salir de ella esta vez tomando una pista que, a media ladera nos llevaba valle abajo. Bueno, lo de valle abajo es sólo un decir, ya que durante unos 5 kilómetros, y hasta la localidad de Sers, la pista es un continuo sube y baja bastante pestoso que pone a prueba nuestra resistencia física. Éste es quizá uno de los tramos de los que peor recuerdo guardo de toda la prueba, quizá porque mi odio en los sube-baja es proporcional al esfuerzo que me cuestan.

Desde la localidad de Sers hasta Viella (no confundir con la Viella del Valle de Arán), la cosa cambia y en tramos cambia incluso a peor. Es un tramo bastante variado y en tramos muy divertido, sobre todo uno en concreto que discurre desde la salida de Sers y que va por un sendero precioso y muy,. muy divertido. El resto del tramo no es especialmente bonito y en demasiadas ocasiones tuvimos que echar irremediablemente el pié a tierra.


Sers

Precioso sendero a la salida de Sers. Lástima que sea tan corto

Otra Viella. No la del Valle de Arán
Desde Viella la ruta ya no tiene más historia. Callejear por dicha localidad y entrar en Luz-Saint Sauveur es casi todo uno. 

Eran aproximadamente las 14:45 cuando llegábamos a nuestro destino. El hambre y la sed (sobre todo la sed) hicieron que antes de llegar al hotel buscáramos un lugar donde comer y beber...sobre todo beber, puesto que el calor era bastante fuerte.

Afortunadamente encontramos un lugar donde una pequeña pizza y una buena pinta de cerveza saciaran ese hambre y esa sed.




Mientras comíamos, analizábamos la ruta de hoy. Y es que a ambos nos deja una sensación un tanto agridulce. Una primera parte con una gran carga emocional y una segunda que sinceramente creo que no está a la altura de la primera parte quizá porque las expectativas eran tan altas que la bajada desde el Tourmalet, francamente, me decepcionó.

Llegar al hotel de Londres, lavar la bici, descansar y pasear por la ciudad fue todo lo que nos restó por hacer en el día. Y eso que éramos conscientes de que ésto aún no había acabado. Habíamos alcanzado la cima del Tourmalet, pero aún nos quedaba una cuarta etapa complicada, quizá la más complicada de toda la prueba.

El perfil de la tercera etapa lo podéis ver aquí:



El track de la ruta es éste:


Y el enlace a wikiloc lo tenéis aquí:

http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14748367


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