El cansancio acumulado y lo duro
de la tercera etapa hizo que nos costase conciliar el sueño. Menos mal que la
comodidad de la cama y la magnífica cena hicieron que pudiéramos descansar
bastante bien. Amanecía cuando nos despertamos, y de nuevo la eterna sensación
de no querer levantarse a dar pedales se apoderaba de mí. Y esta vez con algo
más de razón. Mi cuerpo se resistía a la actividad física. Sentía que después
de tres días de paliza, con dos etapas seguidas muy duras, mi cuerpo estaba ya
saturado.
Aun así me levanté, y con más
esfuerzo del habitual me vestí para bajar a desayunar con el único ánimo de que
el café despejara mis entendederas. Rubén y yo no hablábamos mucho, y sospecho
que a él le pasaba algo parecido a mí. Y es que la fatiga del día anterior
pesaba más que una losa.
El desayuno fue muy similar al de
Sant Bertrand solo que al pan tostado y la mantequilla se le añadió un poco de
queso que yo ni probé. Eso sí, el pan estaba mucho más rico y las raciones eran
mucho más generosas. De todas formas, hoy no nos importaba demasiado. Sabíamos
que la etapa de hoy, comparada con las que ya llevábamos era poco más que un
paseo, pero un paseo que había que pedalear…
Como todas las mañanas después de
desayunar, nos dispusimos a cerrar el equipaje por última vez y a vestirnos de
romano. La lluvia de ayer aún humedecía las botas, aunque afortunadamente el
resto de la ropa estaba totalmente seca gracias por una parte a que en Sant Bertrand
tuvimos la precaución de que nos lavaran la ropa, y que el potente radiador de
la habitación se encargó de secar los pañuelos de la cabeza, bufs, guantes, etc.
Aun así, yo no tenía la sensación de estar totalmente seco.
Refugio de La Soulan |
Menos mal que el día ser presentaba
hoy mucho más agradable. No es que el cielo estuviera totalmente despejado y
luciera un sol abrasador, pero al menos no llovía y las nubes dejaban ver el
cielo azul y el sol de vez en cuando se conseguía asomar entre ellas. También
fuimos capaces por primera vez en muchas horas de poder contemplar la cima de
las cumbres. No es que en estas latitudes sean picos especialmente altos, pero
la grandeza de las montañas siempre es más magnífica cuando se puede observar
su cima.
De esta manera, y tras recoger
las bicis del garaje donde habían pasado la noche y despedirnos del dueño del
refugio, nos dispusimos a completar los poco menos de 50 kilómetros que nos
separaban de nuestro destino: Viella.
La salida del refugio de La
soulan se realiza por la pista que sale por su lateral derecho. Una pista, que
para empezar la mañana, nos lleva durante 2 kilómetros a cerca del 8% de media hasta
la estación invernal de Le Mourtis. Subiendo, dos kilómetros, al 8 %, recién
empezando…esto es ya casi una tortura…¡a ver si acabamos de subir de una vez!.
Subida hacia Le Mourtis |
La verdad es que las estaciones
de invierno sin nieve siempre me han parecido muy tristes. Una estación de
invierno en verano es como un lugar turístico de playa en invierno; dan la
sensación de ser lugares abandonados en lo que hace tiempo que no pasa nadie.
Los remontes parados, los telesillas quietos, los hoteles y refugios cerrados y
vacíos, los quitanieves parados en el mismo sitio desde hace meses…es como si
hubiera pasado un vendaval y se hubiera encargado de eliminar todo rastro de
vida.
Estación de invierno de Le Mourtis |
Subiendo estábamos Rubén y yo por
este lugar tan desangelado, cuando nos dimos cuenta de que ya no había más que
subir. La pista asfaltada se acabó y la única manera de seguir adelante era
bajando por una pradera llena de vacas que, cuesta abajo parecía adentrarse
hacia el bosque.
Iniciando el descenso |
Al principio dudé (Rubén, no),
pero luego me di cuenta de que el sendero era inexistente. Había que tirarse
ladera abajo sí o sí, y obviamente así lo hicimos. Cuando la pradera se empezó
a adentrar en el bosque, un sendero se abrió en él y para nuestra sorpresa, un
par de rampones de esos que ya crees que no va a haber y que te fastidia
mogollón subir, aparecen delante de nuestras narices. Las piernas ardían y la
fatiga ya no dejaba mucho margen de esfuerzo.
Iniciando el descenso...y alguna que otra rampa maldita |
Menos mal que estas rampas, de
las que alguna más habría durante el descenso, eran cortas y se pasaban con
poca dificultad.
La bajada entre el bosque se inicia
por pista forestal. Una pista con charcos, barro, alguna que otra piedra, y en
ocasiones alguna pequeña rampa que a mí personalmente me molestaba mucho…y es
que si estamos bajando, estamos bajando, ¿no?.
Cuando llevábamos aproximadamente
5 kilómetros, una pendiente hacia abajo se abrió ante nosotros…¡¡qué
barbaridad!!, tenía fácilmente un 30 % de desnivel. Menos mal que era cuesta
abajo. Lo malo es que al estar el terreno tan embarrado y tan suelto, tuvimos
que bajarnos de la bici porque de otra manera era totalmente imposible bajar
aquello en esas condiciones.
Bajada a casi un 30% |
Tras la rampa todo volvió a la
normalidad, y la pista de montaña siguió bajando entre un magnífico y frondoso
bosque que olía a las mil maravillas. Incluso llegamos a encontrarnos a varios
viejecillos que, monte arriba y con una cesta en la mano, subían a buscar
setas. Lo curioso del asunto era la cara de sorpresa con la que nos miramos mutuamente…ellos
pensarían ¿qué hacen estos a estas horas por aquí?, y ¡nosotros pensamos
exactamente lo mismo!.
Entre el kilómetro 7 y el 11, y
antes de llegar a la localidad de Argut-Dessus, el camino cambia radicalmente.
Se convierte en una especie de vereda que, aunque ya conocíamos su existencia,
no nos dejó de sorprender por varias razones. La primera es que las vistas que
hay desde ella hacia el valle de Aran son absolutamente espectaculares, y más
en un día soleado como el que os había tocado. El valle, muy estrecho y
profundo se abrió de repente, ante nosotros. Montañas llenas de vegetación
alumbradas por un sol espectacular y un olor y unos sonidos que sólo la montaña
regala.
Llegando al Valle de Arán |
Empedrado |
Otra de las razones de nuestra
sorpresa fue lo curioso del pavimento: piedras de pedernal, de esas muy pulidas
y redondeadas que sacan lo mejor de uno mismo. Y es que bajar por ese camino,
con una endiablada pendiente y tratar de mantenerte encima de la bici, sin perder
el control de la rueda trasera que no hace otra cosa que derrapar, es pura
técnica. Menos mal que el sol de la mañana había secado parcialmente las piedras
y que se podía bajar prácticamente entero todo el camino. Y digo prácticamente
entero, porque a escasos 100 metros de entrar en Argut-Dessus, una pequeña
caída de agua empapaba las rocas, y yo, embalado como iba desde varios metros más
arriba, vi como las piedras estaban totalmente encharcadas. Afortunadamente
puede frenar la bici contra un talud, porque de no haber estado ese talud allí,
me hubiera seguido resbalando camino abajo y hubiera acabado en el fondo del
valle. Advertí de esa circunstancia a Rubén para que no bajara subido en la
bici y tras pasar la parte humedecida, subimos de nuevo en la montura y entramos
a las calles del pueblo.
Empedrado |
La arquitectura de Argut-Dessus
es idéntica al resto de localidades de esta zona. Además, las calles en fuerte
rampa también es un común de estos lares. Menos mal que esta vez nos tocaba
bajar en vez de subir. Adema´s, Argut Dessus está como dividido en dos partes,
una primera en la que las casas están mucho más juntas, como si se tratara de
la parte alta del pueblo, y otra, conectada con aquella por una carretera (que
nosotros no tocamos ya que el track nos sacaba continuamente por senderos y
caminos rurales) donde se sitúa la iglesia y el cementerio y que sirve de
magnífico mirador sobre el valle.
Argut-Dessus, parte alta |
La salida de Argut-Dessus es
preciosa. Un magnífico camino transcurre por la ladera de la montaña sin
árboles y colgado sobre el valle en toda su extensión. El río Garona allí abajo
nos recuerda que estamos muy cerca de nuestro destino y que la bajada está
próxima a acabar.
Argut-Dessus, parte baja |
Panorámica del Valle de Arán |
Aun así seguimos en claro descenso
por pista muy fácil que acaba llevándonos hasta un pequeño bosque que da
entrada a una zona residencial. Se trata del pueblo de Fos. Fos es el último
pueblo de Francia antes de atravesar la frontera hacia España. De hecho, aún se
conserva el puesto fronterizo a las afueras de la localidad, puesto fronterizo
en desuso y que atravesamos ya estando a la altura del río.
Terminando el descenso |
Volvemos a España |
La carretera nacional 232 será
nuestra compañera durante bastantes kilómetros. Estamos ya en el kilómetro 18
de nuestra etapa de hoy y a escasos 30 del final y ya hemos vuelto a nuestro
país, hemos abandonado los “bonjour” y retomamos los “buenos días”, o “bon dia”.
Desde Fos no queda más remedio
que pedalear por carretera. Y es que muy probable que no haya ni un solo camino
en lo angosto del valle. Pedalearemos por carretera unos 10 kilómetros
atravesando el primero de los pueblos españoles del valle de Arán, Les. No sé
por qué había imaginado que no eran tantos kilómetros los que había que
pedalear por carretera nacional. Pensé que la ruta nos llevaría por caminos
entrando y saliendo de la carretera, pero visto como es el calle en estas
latitudes, es materialmente imposible que haya caminos en una u otra ladera de
la montaña y cerca del río. Así pues, más de una vez intentamos ver si
estábamos equivocándonos, e incluso una de esas veces salimos de la carretera
en un punto donde no deberíamos haberlo hecho y tuvimos que desandar lo andado
y volver hasta la carretera de nuevo.
Carretera por el Valle de Arán a la salida de Fos |
Yo, como sabéis, iba todo el rato
realmente acojonado, y es que para mí, pedalear en esas condiciones en las que
te pasan coches y camiones a más de 80 km/h a menos de dos metros, me estresa
muchísimo. Quien pagó el pato fue Rubén, que se chupó todo el tiempo por carreta
delante de mí para que yo fuese resguardado.
La carretera no es ni mucho menos
llana. El desnivel es poco, si, no más de un 3%, pero kilómetro tras kilómetro
las piernas se van cargando, y el deseo por llegar se estaba haciendo cada vez
más acuciante.
Justo antes de Bossost, en el
kilómetro 27 de la etapa, abandonamos la carretera nacional por la derecha para
pedalear, ya más tranquilos por una pista que nos llevará al puente donde hace
justo cuatro días, y bajo un aguacero de cuidado, nos introdujimos en el pueblo
camino de comernos un bocata para reponer calor y fuerzas rumbo al Portillón.
Cruzando Bossost |
Salida de Bossost |
En un principio nuestra intención
era parar en Bossost a tomar algo, pero a decir verdad, la buena hora que
llevábamos y las ganas de llegar a Viella hicieron que atravesáramos Bossost
como si nada, dejándolo atrás sin pena ni gloria. Eso sí, hoy ya, con el día
despejado, pudimos ver desde abajo la altura desde la que tuvimos que bajar
hacia el pueblo, y, en la otra ladera, la altura que tuvimos que subir para
alcanzar el coll de Portillón. La verdad es que uno se siente bastante
orgulloso de pasar por allí un tiempo después y saber que esa muesca ya esta
hecha.
Desde Bossost y durante unos escasos
3 kilómetros pedaleamos primero por pista y luego por asfalto, en continua
subida, para desembocar de nuevo en la carreta nacional. Es como si el final de
la Pedales quisiera darnos un respiro y rodar bastante tiempo por asfalto.
Menos mal que esta vez sólo
estuvimos apenas un kilómetro por la nacional, ya que, enseguida, tomamos un
desvío a la derecha hacia una pista de tierra que corría paralela al río. En
esta etapa ya no son los bosques tan frondosos ni tan cerrados, pero el rumor
del agua sigue siendo el mismo. Me encanta cuando el ruido del agua me acompaña
en bici. Tienes una sensación de frescor y de sentirte en naturaleza que me
encanta.
La pista que tomamos parece ser
que es el “cami renau” y supuestamente no lo abandonaríamos ya hasta Aubert,
pueblo que también atravesamos el primer día después de la primera bajada por
sendero.
La pista, de repente, se empina
como un demonio, y durante unos escasos 100 metros sube endiabladamente hasta
lo alto del pueblo de Es Bordes. ¡Madre mía que dolor de piernas al subir
aquello!. Tanto dolor nos causó esa maldita rampa y tan hartos estábamos ya de
de sube-bajas y cuestones (sobre todo yo), que decidimos hacer el resto de la
etapa por carretera.
Llegando a Es Bordes |
Es Bordes |
Estábamos a escasos 12 km de
Viella y sabíamos que tomar el Cami Renau iba a ser bastante penoso, sobre todo
en las proximidades de Viella, ya que habíamos leído que a la entrada de Viella
había una rampa “innecesaria” que hacía mucha pupa a todo el mundo. Por eso y porque
tomar el Cami Renau nos podía hacer llegar bastante tarde a la sede de Pedales
del Mundo, decidimos de mutuo acuerdo que la Pedales de Occitania no era el
Cami Renau y que nuestras piernas y nuestro cuerpo en general ya llevaba
suficiente castigo y suficientes metros de acumulado como para tener que
terminar penando.
Y no es que la carretera no nos
machacara. Para colofón, el pobre Rubén se comió más de 10 kilómetros con la
carretera en subida y con un desagradable viento en contra que nos hacía ir
midiendo nuestras escasas fuerzas. Pactamos una velocidad máxima de 15 km/h y
una parada cada dos kilómetros para recuperar. Y así lo hicimos.
Entrando a Viella |
Atravesamos, finalmente, el
pueblo de Aubert justo por el cruce de la primera jornada. Seguimos por
carretera adivinando ya la entrada a Viella y haciéndonos la foto en la gran
bici que hay como tributo a los ciclistas de estos lugares, a la entrada de la
localidad. E incluso paramos en una gasolinera a limpiar las bicis del barro
acumulado durante las bajadas del día.
Y así, con las fuerzas ya muy
justas, cansados, y con las bicis impolutas, atravesamos las calles de Viella y
como si el tiempo se hubiese detenido, llegamos por fin a la puerta de la sede
de Pedales del Mundo.
La verdad es que yo, que soy un poco
sentimentaloide para estas cosas, me emocioné. Y es que no puedo evitar pensar
en la cantidad de esfuerzo que hemos invertido para llegar aquí.
Los recuerdos de estos cuatro
días se agolpan de nuevo justo al atravesar la puerta de la tienda y no puedes
evitar sentir que por dentro se abre camino el grito de ¡¡¡HEMOS ACABADO AL
PEDALS DE OCCITANIA!!!!.
Cruzando el Garona hacia la sede de Pedales del Mundo |
¡¡ A C A B A M O S !! |
Para mí fue un momento muy
especial. Hacía casi justo un año estábamos Rubén y yo en el mismo lugar recién
terminada la Pedales de Foc y prometiéndonos que si todo iba bien este año
haríamos la Pedales de Occitania. Y así ha sido. Ha sido un año muy duro en lo
personal. He tenido que superar lo que pensaba que era casi insuperable. Cuatro
meses en silla de ruedas después de un accidente poco después de acabar Pedales
de Foc y seis meses preparando más o menos intensamente este momento superando
fatigas, dolores y pajarones.
Ha sido un año inigualable, lleno
de retos y de aventuras. Un año que difícilmente superaré pero que procuraré
igualar.
Además, quiero agradecerle todo y
con todo mi corazón a Rubén. Ese gran compañero de aventura que ha sabido estar
cuando ha tenido que estar y que gracias a sus ánimos y su tesón he podido
completar muchos de los retos que nos habíamos propuesto.
Un amigo que con su magnífico
humor me ha alegrado muchos momentos penosos. Un compañero que valora como yo
las maravillas que hemos podido contemplar. Nuestros ojos ven de la misma forma
el mismo espectáculo y ambos coincidimos en nuestra forma de entender este
deporte-afición.
Muchas gracias Rubén. No me
quedan palabras.
Bueno sí…¿habrá otra ruta de
Pedales para el año que viene?....
Resumen en datos de la Pedales de
Occitania:
Primera etapa: Viella –
Bagneres de Luchon: 55 kilómetros, 1.600 d+, 2.000 d-, 7 horas, 14 min.
Segunda etapa: Bagneras de
Luchon – Sant Bertrand de Cominges: 60 kilómetros, 1.900 d+, 2.000 d-, 9 horas,
26 minutos.
Tercera etapa: Sant
Bertrand de Cominges – Coll de Mentè: 67 kilómetros, 2.200 d+, 1.500 d-, 10
horas, 40 minutos.
Cuarta etapa: Coll de
Mentè – Viella: 45 kilómetros, 800 d+, 1.400 d-, 4 horas 30 minutos.
TOTAL DE LA PRUEBA: 227
kilómetros, 6.500 metros de desnivel positivo, 31 horas, 50 minutos.
Track de la cuarta etapa |
Perfil y datos de la cuarta etapa |
Las crónicas de las demás etapas las puedes encontrar aquí:
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